domingo, 25 de enero de 2009

BREVE HISTORIA DEL EMIRATO INDEPENDIENTE

A pesar de que los musulmanes andalusíes eran fundamentalmente bereberes y árabes, con un fuerte sentido tribal en las relaciones sociales, su estructura familiar nunca se impuso en el al-Ándalus. Ninguna tribu estaba completa, ni dominaba un territorio lo suficientemente amplio en la península. Los miembros de las diferentes tribus debían apoyarse entre sí. Sin embargo, sí se tendió a formar tribus autóctonas a través de las familias con vínculos civiles. Los individuos que se establecieron en el al-Ándalus trajeron a su parentela y formaron clanes, pero no tribus, aunque la tendencia tribal nunca desapareció. En plena conquista de la península ibérica, los califas de Damasco desconfían de la observancia coránica de Muza y Tarif, sobre todo en lo que a reparto, distribución de bienes y trato a los conquistados, se refiere. En el 714 Muza es llamado a Damasco para rendir cuentas. En Damasco cae en desgracia; pero la situación de los califas omeyas no es muy estable, debido a las intrigas internas. El califato de Damasco ha crecido demasiado y empieza a haber revueltas contra él. En el 747 comienza la rebelión abásida contra Damasco. Esta rebelión triunfa en el 750, cuando muere, en la batalla de Zab, el califa omeya Marván II. Los Abasíes desatan una feroz represión contra la familia Omeya.
La tradición atribuye la llegada de Abderramán I a la península, a su huida de Damasco en busca de un territorio donde establecerse y desde el que reconquistar el poder. Las condiciones en el al-Ándalus eran más favorables que en el norte de África, ya que era un país con más presencia árabe. La posibilidad de crear una monarquía andalusí, independiente, fue anterior a la llegada de Abderramán. Ya lo habían intentado los bereberes, de la mano de al-Sumail, quién pretendió crear esa monarquía, en la figura de Yusuf (745-755); justo antes de la llegada de Abderramán. Con ellos tuvo que luchar por la supremacía en la península. En el año 755 Abderramán es el único heredero de la dinastía omeya, con lo que sería visto como un «rey» legítimo. En el 756 Abderramán I conquistó Córdoba, y se proclamó emir en la Gran mezquita. Al año siguiente entra en Toledo y somete a todo al-Ándalus. Aunque continúan rebelándose Yusuf y al-Sumail, hasta el 760.
Abderramán I organizó el Estado andalusí, aunque esto no quiere decir que crease un Estado, ni una monarquía como hoy la entendemos. Abderramán se apoyó en su clientela para dominar el territorio, el cual se divide en coras. Concede coras entre su clientela, a la manera de los señores feudales cristianos, aunque los cargos no eran vitalicios, con lo que estaban sujetos a una menor independencia. Además, la estructura jurídica musulmana venía definida por el Corán y la saría. Habrá, pues, un semifeudalismo.
El ejército que recluta es temporal y los hombres son aportados por los distintos clanes. El sistema económico es casi autárquico, y la tolerancia una postura táctica. Abderramán I encomendó los principales cargos políticos a miembros de su familia, clientes y libertos. Los gobiernos regionales de las coras tenían una notable autonomía, y se encomendaron a un valí. Los principales cargos eran los de uazir (ministro), hayib (mayordomo) y los visires.
Abderramán I hubo de hacer frente a numerosas revueltas, como la de los bereberes de norte, o las de signo abasí, como la de Niebla, en el 766. La consolidación del emirato impide la expansión de los reinos cristianos del norte. Abderramán I sólo se proclamará malik y emir. Una vez consolidado su poder creará un ejército regular y establecerá su capital en Córdoba. Aquí inicia la construcción de una gran capital, comenzando por una gran mezquita. Con el establecimiento de la capital la Administración aumentó, así como el número de funcionarios.
En el 788 muere Abderramán I, y le sucede su hijo Hisam I, que hace una serie de reformas administrativas. Se establece el fiqh malikí (doctrina jurídica de Malik ibn Anás) como norma jurídica básica. Apoyándose en el fiqh malikí Hisam I, y sus sucesores, concibieron el «reinado» como absoluto y autoritario. El emir era la fuente de todo el poder temporal por voluntad de Alá. Abderramán II estableció en Córdoba, como capital, la ceca. El comercio se controló por medio de aduanas e impuestos de paso. En el interior de las ciudades se creó el zoco donde una autoridad, el almotacén o zabazoque, fija los precios, los pesos y las medidas, además de arbitrar en los conflictos. No existe un gobierno propiamente dicho, pero Abderramán II organiza una jerarquía administrativa. Estableció dos ramas: la Cancillería Real, órgano consultivo, y la Recaudación de Impuestos. Al frente de ambas instituciones había un diván, ayudado por varios visires. Toda la Administración funcionó gracias al registro en libros, que eran controlados por el hayib. También fueron muy importantes las obras públicas que se emprendieron, principalmente en Córdoba. El comercio fue creciendo paulatinamente, tanto en el interior como en el norte de África, tanto con los reinos cristianos como con tierras más lejanas. Se mercadeaba con todo tipo de productos, pero especialmente con los de alto valor, como las sedas, los esclavos, las joyas, etc. También comienza el impulso cultural de al-Ándalus, y su reconocimiento en el mundo.
Con el paso del tiempo los emires van perdiendo control sobre su territorio, y se van haciendo fuertes en sus coras diferentes señores; algunos de ellos de origen muladí, como los Banú Qasí de Zaragoza.

Fuente.

[Ana Castillo, Rosa Ordóñez y Alberto Arjona]

jueves, 22 de enero de 2009

¿DE DÓNDE VIENE EL NOMBRE AL-ANDALUS?

El nombre "al-Ándalus" referido a la Península Ibérica, aparece documentado por primera vez en una moneda conservada en el Museo Arqueológico Nacional de España y datada en el año 716, pocos años después de la invasión musulmana de Hispania. En esa moneda aparece el término latino "Span", que correspondería a "Spania" junto con el término árabe "al-Ándalus". Teniendo en cuenta los múltiples testimonios del bilingüismo que existió en al-Andalus a lo largo de casi toda su historia entre el romance vernáculo y árabe dialectal, no es de extrañar que en ésta y en otras monedas se usaran el alfabeto latino y el árabe para escribir los términos equivalentes en cada lengua. Sin embargo, a pesar de estar claro que el topónimo al-Ándalus se usó como sinónimo de la Hispania musulmana, el origen del término no está claro, y se han formulado varias teorías al respecto.

La tesis de los vándalos
Esta histórica y discutida tesis defiende que los vándalos, pueblo germánico que ocupó la Bética romana entre el 409 y el 429 y que desde allí pasó al norte de África, dieron origen al nombre de al-Ándalus. La tesis de los vándalos ya se esgrimía en el mundo hispánico durante la Edad Media, aunque fue a partir del siglo XVI cuando empezó a ser más difundida, apareciendo en la obra de múltiples anticuarios del ámbito cultural español. El arabista holandés del siglo XIX Reinhart Dozy fue el primero en argumentarla según la filología moderna. En esta misma línea le siguieron Christian Friedrich Seybold (1859-1921) y Évariste Lévi-Provençal (1894-1956). Este supuesto se ha argumentado a lo largo de la historia de diferentes formas.
Uno de los razonamientos sostenía que el nombre de Andalucía provenía de "Vandalicia", que significaría "la tierra de los vándalos". Los puntos débiles de esta tesis son que el topónimo "Andalucía", en su forma primigenia "el Andalucía", es una castellanización documentada del árabe "al-andalusiya", adjetivo árabe relativo al sustantivo "al-Ándalus" y que no es lógico desde el punto de vista cronológico justificar el nombre de "al-Ándalus" a través del nombre "Andalucia", que es posterior. Además no hay constancia documental de que la región alguna vez se denominara "Vandalicia". Sin embargo esta ha sido una etimología muy popular y un auténtico tópico histórico muy repetido. Siguiendo esta falsa etimología, se llegó a usar el topónimo latino "Vandalia", a modo de neologismo para referirse a Andalucía en textos modernos escritos en latín, como por ejemplo el lema que aparece en el escudo de la ciudad de Carmona: "Sicvt Lvcifer lvcet in Aurora, ita in Vandalia Carmona" (Como el Lucero brilla en la Aurora, así en Andalucía brilla Carmona).
A finales del siglo XX, siguiendo la misma idea que relaciona el nombre de "al-Ándalus" con los vándalos, se ha propuesto otra hipótesis. Ésta mantiene que el término árabe "al-Ándalus" puede tener su origen en la expresión bereber o amazigh "tamort uandalos", que significaría la "tierra de los vándalos". Según esta hipótesis, los habitantes del norte de África, viendo llegar a los vándalos del otro lado del Estrecho de Gibraltar, llamaron a las tierras del otro lado "tierra de los vándalos". El razonamiento es que el genitivo en lengua bereber se construye añadiendo la partícula "u" al principio de la palabra, fenómeno que se conoce como "forma constructa". Por ello, teniendo en cuenta que el nombre latino del pueblo vándalo era "vandalus" (pronunciado "uándalus"), la expresión bereber "tamort uandalos", que significaría la "tierra de los vándalos", pudo ser confundida por los árabes con la expresión homófona bereber "tamort u-andalos" o tierra de los ándalos, lo que habría derivado en el vocablo árabe Andalus, con pérdida de la "v" (pronunciada u) por confusión con la citada "forma constructa" bereber y precedida por el artículo antepuesto "al-". El punto flaco de esta hipótesis es que sus partidarios tampoco han podido aportar ninguna fuente histórica documental ni epigráfica que demuestre que la Bética o Hispania fueran llamadas alguna vez "Vandalicia" o "tamort u-andalos".

La tesis visigoda
Heinz Halm propone que "al-Ándalus" es la arabización de la expresión goda "Landa-hlauts", sustantivo compuesto por los término "landa" (tierra) y "hlauts" (sorteo) y que significa "tierras de sorteo". Según Halm los visigodos se repartían las tierras conquistadas mediante "sorteos" con el objetivo de repoblarlas y llamaban a las tierras repartidas "Sortes Gothica". De este modo Halm mantiene que "Landa-hlauts" era el nombre godo de la antigua provincia Bética, y que de él pudo derivar el vocablo árabe "al-Andalus". Sin embargo en las fuentes históricas sólo se ha documentado la expresión latina "Gothica sors" referida al reino visigodo y no se ha hallado la expresión "Landa-hlauts" o similar en fuente histórica alguna.
La tesis visigoda ha sido revisada en 2004 por el historiador Rafael Sabio González, en un trabajo en el que se acentúa el carácter político de la raíz "land". Así, ésta vendría a aludir al concepto de nación más que a un reparto de tierras, siguiendo una extendida tradición entre las lenguas germánicas (Deutschland, England, Scotland y Switzerland son algunos ejemplos) y refiriéndose por tanto al conjunto de los territorios ocupados por los visigodos en la Península Ibérica, y no sólo a la Bética. En oposición a al-Andalus, el concepto Spania (derivado tardío de Hispania) habría sido apropiado por los bizantinos en sus intentos por recuperar la parte occidental del Imperio. Una vez los musulmanes penetraron en la Península Ibérica, substituyendo a la élite gubernamental visigoda, tomarían la expresión al-Andalus para referirse a sus dominios, ya exenta de comprensión etimológica pero manteniendo su significación política. De este modo se explicaría el que, a medida que se fuera retrotrayendo el espacio controlado por los musulmanes, también lo hiciera la extensión geográfica así denominada. Es interesante resaltar que el actual macrotopónimo al-Andalus podría ser más bien fruto de la fosilización del vocablo llevada a cabo por Castilla, ya fuese de un modo casual (ante la fijación temporal de su frontera frente a los dominios almohades) o intencionado (ante las primeras explicaciones etimológicas del término y el surgimiento de la creencia de que procede de los vándalos)

La tesis atlántica
La tesis atlántica es la que hace derivar el nombre de "al-Ándalus" del griego Atlantis o del latín Atlanticum. El primer estudioso moderno que apuntó esta posibilidad fue Juan Fernández Amador de los Ríos, basándose en las propias crónicas andalusíes. Más recientemente el filólogo Joaquín Vallvé Bermejo, en su obra La división territorial de la España musulmana, afirmó que el nombre "al-Ándalus" tiene su origen en la locución árabe "Jazirat al-Andalus", que significa la ínsula o la península del Atlántico o la Atlántida, y que aludiría a la Península Ibérica. Según este catedrático, la leyenda de la Atlántida de Platón fue transmitida al mundo árabe antes de que naciera el Islam en el siglo VII, como revela la poesía preislámica que ya hace referencia a un al-Ándalus. Actualmente es la teoría que se considera más correcta.

http://es.wikipedia.org/wiki/Al-Andalus

[Ana Castillo, Rosa Ordóñez y Alberto Arjona]

LA GUERRA CIVIL EN ANDALUCIA (3)



[David Galisteo y Miguel Galisteo]

LA GUERRA CIVIL EN ANDALUCIA (2)



[David Galisteo Pujol y Miguel Galisteo Díaz]

jueves, 8 de enero de 2009

¡ A POR ELLOS QUE SON POCOS ! EL PROCESO ELECTORAL DURANTE EL CACIQUISMO.

  1. Llegadas las elecciones, la actitud política se centraba en los casinos, tertulias y círculos, aunque era en las reuniones celebradas en las casas particulares de los jefes políticos donde se decidía la estrategia concreta a seguir y la nominación de los cancidatos que, por regla general, eran en los distritos rurales, individuos sobresalientes de las listas de mayores contribuyentes de la provincia. Los candidatos no hacían “campaña” sino excursión por el distrito, y no hablaban de problemas políticos y similares sino de las excelencias de la gastronomía local, de las bellezas, naturales y femeninas, de la virgen patrona del pueblo, etc. Y llegada la hora de votar, cualquier procedimiento empleado era bueno si aseguraba el triunfo, dependiendo todo un poco de la naturaleza del cacique: se repartían vinos y puros entre los electores en las elecciones de 1886; a partir de la de 1881, las elecciones “verdad” de Sagasta, que fueron relativamente reñidas, se compran los votos, llegándose a pagar entre 5 y 15 pesetas cada uno y saliendo un acta de diputado a principios del siglo XX, por unos diez mil duros; en Córdoba, la nobleza terrateniente llevaba a votar a los colonos de sus tierras con el voto ya decidido, mientras que otros candidatos recurrían al favor popular, como el candidato republicano del Puerto de Santa María, que en 1891 hizo campaña con Mazzantini, quien prometía torear gratis en el pueblo si salía su amigo. Más peregrinos eran los métodos empleados por el propio aparato del poder central: antes de cada elección, el ministerio cursaba órdenes a los gobernadores civiles con indicación del plan que debían seguir y a veces las medidas a tomar eran auténticos atropellos legales: así, en la carta del gobernador civil de Granada a Maura, en marzo de 1905, le dice que "debo manifestar a usted que para que el candidato adicto pueda asegurar la elección necesita quitar los ayuntamientos de Almegíjar, Cádiar y Gualchas por los menos, pues de no ser así su derrota es inevitable". En ocasiones se utiliza como medida de coacción las multas: en 1884, en Cádiz, Córdoba y Almería fueron multados muchos ayuntamientos por falta de docilidad a la candidatura gubernamental; en Albuñol se multaron con 500 pesetas a los 23 alcaldes de los ayuntamientos que componían el distrito: otras veces se hacían intervenir funcionarios volanderos que se presentaban, en los ayuntamientos reacios, a revisar las cuentas dándose el caso de algunos que iniciaban la inspección desde muchos años atrás provocando situaciones difíciles entre los municipios. Había caciques que empleaban métodos más expeditivos y directos, teniendo a sueldo a matones -partidas de la porra-, e incluso, en casos muy complejos, recurriendo a bandoleros como fuente de presión contra los opositores; estos caciques-bandoleros proliferaron en Córdoba y Granada, algunos con apodos muy reveladores como José Rodríguez, alias El Navajazo, de Ronda; el Niño de Benamejí, secuestrador y cuatrero, etc. En conjunto puede decirse que el caciquismo andaluz se diferenció del resto nacional por el mayor concurso a la violencia por parte de los caciques llegadas las lecciones. Bandas armadas había en tales fechas en Almería, en Vélez-Rubio, etc, que parecían plazas sitiadas durante el período electoral, no siendo infrecuentes los casos en que se terminaba con alguna que otra muerte.
    Si las medidas coactivas previas no eran suficientes para asegurar el triunfo del candidato, se recurría a otras tretas: la más conocida, el pucherazo, siendo algunos tan notorios como el de un distrito almeriense que, en 1918, teniendo sólo 124 electores, dio 1.015 votos al candidato oficial; el voto de crucificados y lázaros o, lo que es igual, resucitar muertos para votar, etc. En general, los abusos falsificadores estaban a la orden del día, no sólo en las derechas, sino en los grupos republicanos, habiéndose hecho célebre el caso de Linares, donde un grupo de republicanos entró en un colegio electoral rompiendo urnas al grito de !vamos a por ellos, que son pocos! Los resultados obtenidos reflejan para Andalucía un nivel de participación política superior a la media nacional, aunque todas las formaciones políticas estaban convencidas de que era falso, siendo dominante, por el contrario, el retraimiento electoral. Una característica muy acusada en las elecciones de Andalucía era la falta de competencia política entre los candidatos de los distritos rurales: según Tussell, en los distritos de Aracena y Albuñol, en trece de las elecciones habidas entre 1891-23, tan solo hubo un candidato por puesto a cubrir; la mayoría de los distritos andaluces eran dóciles, eligiendo diputado del mismo signo político del presidente del Consejo de Ministros, como por ejemplo ocurre en el caso de Utrera en todas las elecciones de la Restauración. Todos estos mecanismos tienen por consecuencia el asegurar el triunfo de los candidatos oficiales; en la región andaluza, entre 1890 y 1931, sólo en trece ocasiones resultaron electos candidatos de la oposición al sistema de casi un millar de puestos en disputa.
  2. Aunque resulta complejo determinar las causas esenciales del fenómeno caciquil andaluz y la farsa electoral que lleva aparejado, se puede apuntar algunas de ellas más determinantes; a) el analfabetismo, que tenía en la región las más altas cotas nacionales, dándose algún caso singular como, por ejemplo, el distrito de Sorbas, que con el 80 por 100 de población analfabeta le encasillaron como candidato cunero a uno de los hombres más preclaros de las letras hispánicas de la época: Azorín; b) el control del mercado de trabajo que mantenía de forma rígida, los terratenientes, derivado de régimen latifundista de la propiedad de la tierra: obreros, colonos y pegujaleros eran votos disponibles de quienes los empleaban o arrendaban las tierras; c) por último, la influencia creciente de los principios anarquistas en el campesinado, que veían en la lucha política la forma más estéril -y corrompida- de lucha revolucionaria. El voto más peleado era, por tanto, el voto urbano, precisamente donde se empezaron a consolidar las formaciones políticas de oposición, aparte de aquellas localidades que como Montilla, Río Tinto, La Carolina, etc., tenían circunstancias especificas que diferenciaban a su proletariado del resto campesino.

BERNAL, A.M. “Andalucía caciquil y revolucionaria”. Historia de Andalucía. Tomo VIII. Barcelona, Planeta, 1983. Págs.32 a35

[Aurora López Aceituno, Cristina Pérez García y Verónica González León]